La Zona Azul Griega. Donde a la gente se olvida de morir.

La Zona Azul Griega

Donde a la gente se olvida de morir


EN LAS SEIS DÉCADAS QUE Siguieron a la Segunda Guerra Mundial. un cuarto de millón de griegos emigraron a los Estados Unidos. Entre ellos se encontraba un hombre de baja estatura llamado Stamatis Moraitis que tenía un espeso seto de cabello negro y una mano nudosa. Provenía de Ikaria, una pequeña isla del mar Egeo que había sufrido mucho durante la guerra, habiendo sido ocupada primero por los italianos y luego por los alemanes. En un solo pueblo, Karavostamo, más de 100 murieron de hambre.


Stamatis llegó a Estados Unidos en busca de tratamiento para su mano, que resultó destrozada en un accidente de municiones. Pero decidió quedarse. Primero se estableció en Port Jefferson, Nueva York, donde consiguió un trabajo pintando casas y escuelas. Rápidamente se ganó una reputación por su honestidad y una buena ética de trabajo. La oportunidad y un salario más alto lo llevaron a Ohio y luego a Boynton Beach, Florida, donde una vez pintó la casa de Rose Kennedy. Ahí se casó con Elpiniki, una mujer greco-estadounidense 13 años más joven que él, tuvo tres hijos, compró una casa de tres habitaciones y un Chevrolet del año en 1951. 


En resumen, logró el sueño americano.


Un día en el trabajo, Stamatis, ahora de unos 60 años, sintió que le faltaba el aire. Esto le estaba sucediendo cada vez con más frecuencia. Se fatiga rápidamente. Subir escaleras era una tarea ardua. A menudo se veía obligado a dejar la brocha al mediodía. Su médico tomó radiografías y rápidamente concluyó que Stamatis tenía cáncer de pulmón, tal vez por años de inhalar vapores de pintura o su hábito de fumar tres cajetillas de cigarro al día. Stamatis no estaba seguro de por qué. Cuatro médicos más confirmaron el diagnóstico. 


Le dieron de seis a nueve meses de vida.


Stamatis consideró quedarse en Boynton Beach, Florida, donde podría buscar un tratamiento agresivo contra el cáncer en el hospital local. Eso le permitiría permanecer cerca de sus tres hijos, que ahora eran adultos. O, se le ocurrió, podría regresar a su pueblo natal, Ikaria en Grecia. Allí, podría ser enterrado con sus padres en un pequeño cementerio local bajo la sombra de robles con vista al mar Egeo con un hermoso azul cobalto. Un funeral en Boynton Beach costaría al menos $1,200 USD, mientras que un bonito funeral en Ikaria costaría sólo alrededor de $200 USD, dejando más de sus ahorros de jubilación para su esposa Elpiniki. Decidió mudarse de regreso a su pueblo natal y morir entre sus compatriotas y antepasados.



Stamatis y Elpiniki se mudaron con los padres ancianos de Stamatis en una pequeña casa encalada en dos acres de viñedos ondulados a las afueras de la ciudad de Agios Kirykos en la costa este de la isla. Las brisas marinas durante todo el año, legendarias desde la época de Ulises, soplaban por esta parte de la isla. Al principio, pasaba sus días en la cama, mientras su madre y su esposa lo atendían. Sintiendo que el final estaba cerca, decidió reconectarse con su religión. Los domingos por la mañana, se obligó a sí mismo a salir de la casa y subió cojeando la colina hasta una pequeña capilla cristiana ortodoxa griega donde su abuelo había sido sacerdote una vez. Cuando sus amigos de la infancia descubrieron que se había mudado de regreso al pueblo, comenzaron a visitarlo con regularidad. Hablaban durante horas,  le llevaban botellas de vino que se produce localmente, el cual bebía durante todo el día. Qué demonios!, pensó, al menos moriré feliz.


En los meses siguientes sucedió algo extraño. 


Empezó a sentirse más fuerte. Se levantó de la cama por la tarde y se paseó por los jardines y viñedos detrás de la casa. Un día, sintiéndose con fuerzas, plantó papas, cebollas, ajos y zanahorias. No esperaba estar vivo para cosecharlos, pero disfrutaba sintiendo la luz del sol, respirando el aire fresco del océano y ensuciándose las manos con la tierra de su nacimiento. Su esposa Elpiniki podrá disfrutar de las verduras frescas después de que él se fuera.


Llegaron y fueron seis meses. Stamatis no murió. 


En cambio, cosechó ese jardín y, sintiéndose aún con más fuerzas, también limpió el viñedo familiar. Para adaptarse a la rutina isleña, empezó a despertarse tarde, trabajó en los viñedos hasta medio día, se prepara la comida y luego tomó una larga siesta. Por las noches, bebía vino con amigos en casa o caminaba hasta la taberna local donde se quedaba despierto hasta pasada la medianoche jugando dominó. Pasaron los años. Su salud siguió mejorando. Añadió un par de habitaciones a la casa de sus padres para que sus hijos pudieran visitarlo. Reconstruyó el viñedo y produjo 400 galones de vino ese año. 


Hoy, 35 años después, tiene 100 años y no tiene cáncer. 


Nunca se sometió a quimioterapia, no tomo medicamentos ni buscó terapia de ningún tipo. 


Todo lo que hizo fue mudarse a su pueblo natal, Ikaria, Grecia.



Fuente:

The Blue Zones

Lessons for Living Longer From the People Who've Lived the Longest

Page: 227 - Traducido del original en Inglés.

https://www.amazon.com/Blue-Zones-Second-Lessons-Longest/


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